Al glorioso Patriarca san
José protector de la Iglesia.
En los evangelios sinópticos de Lucas y Mateo
podemos constatar la figura de San José lo que se nos narra de él. De modo que en el evangelio de hoy, el evangelista Mateo, nos deja ver a José como aquel hombre justo, bondadoso,
digno padre adoptivo, putativo de Jesús. Esto porque como buen varón justo deja
que el Señor Dios le dé su mensaje a través del Ángel y en sueños. De modo
que José escuchando al Ángel del Señor en sueños le obedece.
Pero, ¿por qué Dios escoge a san José como
padre adoptivo de Jesús? Porque José viniendo de regio linaje, de la
descendencia de David, Dios lo escogió para hacer las hacer las veces de un
buen padre putativo por él tenia su fe puesta en Dios. De ahí que en la primera lectura
se nos muestre a través del libro de Samuel la figura del rey David y en la segunda
lectura se nos muestre a través de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
la figura del patriarca Abraham. Éste prototipo de patriarca nos recuerda
también que la escucha y la puesta en práctica del amor a Dios por la fe en Él es
posible. Recordemos que Abraham, padre de multitudes, padre de la fe, según del
dato revelado, no dudó en ofrecer a su hijo Isaac en sacrificio como ofrenda
agradable a Dios en aquel lugar donde Dios tuvo a bien mostrarle su
providencia. Por la fe obedeció Abraham al ser llamado por Dios, saliendo hacia
la tierra que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba. Por
la fe peregrinó por la tierra prometida, como en tierra extraña, habitando en
tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de las mismas promesas, pues esperaba
entrar en esa ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es el
mismo Dios(Hb 11, 8-10). De ahí que José haya sido elegido para ser un
buen padre putativo de Jesús. Así pues, en la figura patriarcal de san José hoy
se nos muestra que es posible la vivencia y actualización de la nuestra fe en
Dios aquí en la tierra. Esto porque José como buen padre adoptivo no dudó en
ser custodio de lo que constituye la sagrada familia. Dejó mostrar una
verdadera paternidad ya que fue aquél intérprete del amor de Dios al responder
al llamado de Dios a través del ángel en sueños y esto no sólo al recibir a
María como esposa sino también para ser custodio del niño y de María de las
malas intenciones del rey Herodes.
De ahí que como buenos cristianos estemos hoy llamados a mostrar nuestros dotes de paternidad, al igual que san José, en los más desamparados de nuestra sociedad, dentro de nuestras familias. Esto les apremia sobre todo a aquellos que siendo padres de familia, por la fe, al igual que José, deban ir aceptando día a día a sus esposa como un verdadero signo del amor de Dios y no una mera propiedad. El de ir aceptando, por la fe al igual que san José, que los hijos que Dios le ha confiado son un verdadero signo claro del amor de Dios en sus vidas y no una mera carga. De tal suerte que, al igual que José, por la fe sean verdaderos intérpretes del Amor Paternal de Dios en sus familias.
De ahí que como buenos cristianos estemos hoy llamados a mostrar nuestros dotes de paternidad, al igual que san José, en los más desamparados de nuestra sociedad, dentro de nuestras familias. Esto les apremia sobre todo a aquellos que siendo padres de familia, por la fe, al igual que José, deban ir aceptando día a día a sus esposa como un verdadero signo del amor de Dios y no una mera propiedad. El de ir aceptando, por la fe al igual que san José, que los hijos que Dios le ha confiado son un verdadero signo claro del amor de Dios en sus vidas y no una mera carga. De tal suerte que, al igual que José, por la fe sean verdaderos intérpretes del Amor Paternal de Dios en sus familias.
Así pues bajo el contexto de la cuaresma es
una buena ocasión para descubrir qué espera Dios de nosotros, y reforzar
nuestro deseo de llevarlo a la práctica. Sigamos pidiendo al buen Dios «por
intercesión del Esposo de María», como hemos dicho en oración colecta de la
misa, que avancemos en nuestro camino de conversión imitando a San José en la
aceptación de la voluntad de Dios y en el ejercicio de la caridad con el
prójimo. A la vez, tengamos presente que «toda la Iglesia santa está endeudada
con la Virgen Madre, ya que por Ella recibió a Cristo, así también, después de
Ella, San José es el más digno de nuestro agradecimiento y reverencia» (San
Bernardino de Siena).
En alabanza de Cristo y de su siervo Francisco. Amén.
«¡Alégrate,
porque has sido contemplada para ser
el templo del Espíritu Santo! ».
Siguiendo las ideas del escritor Leonardo Boff de su
libro lo Femenino y el Espíritu Santo, ésta sería la expresión más aproximada a
la idea que el evangelista Lucas nos querría decir y trasmitir en su evangelio.
Esto porque, lo que rezamos a María en nuestra lengua vernácula
como la llena de gracia, en latín (según la Vulgata de San Jerónimo) se como gratía
plena y en griego (común ó koiné) como keharitoméne significaría los dicho
anteriormente. De la traducción más acertada y correcta sería la del griego.
Esto porque como bien sabemos la Biblia fue escrita primeramente en griego
koiné. Dicho término en griego se trata
de una forma pasiva de cual María fue partícipe. Es decir que María fue el
objeto del amor pleno de Dios y esto, bajo la acción y forma del Espíritu
Santo. El cual vino a llenar, inflamar a María de su gracia, de su amor. De tal modo Dios la convirtió en un Templo,
Sagrario por contener y concebir al que citando a León magno:
(..)
era inaccesible en nuestra mente quiso hacerse accesible, al que existía antes
del tiempo empezó a existir en el tiempo.
Así
pues haciendo una hermenutica, es decir, una interpretación de los textos sagrados
desde
una perspectiva liberadora sobre este pasaje del evangelio
de Lucas descubrimos que en María se vino a seguir cumpliendo esa gran acción
liberadora Dios, ese pacto de Dios para con su pueblo escogido y por tanto le
fue dada la gran oportunidad de liberarnos del pecado en que estábamos inmersos.
Con ello podemos
constatar que se trata de aquel mismo Dios de la Historia que se reveló hacia
lo que conocemos como la gran liberación del pueblo de Dios, pueblo de Israel.
Se trata del mismo de Dios que se ocupó de liberar a su pueblo de la opresión y
esclavitud de los egipcios. Incluso releyendo la oración del Magníficat en
clave liberadora se nos muestra cómo a través de María viene a ser posible esa
esperanza de la vivencia del amor pleno de Dios entre los hombres y mujeres de
nuestro tiempo y así hacer posible esa fraternidad universal donde no haya
distinción entre raza, tal como reza el magníficat:
Porque ha hecho en
mi cosas grandes el Todopoderoso, cuyo nombre es Santo, cuya misericordia se
derrama de generación en generación sobre los que le temen. Manifestó el poder
de su brazo, dispersó a los sober-bios de corazón. Derribó a los poderosos de
su trono y ensal-zó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos, y a los
ricos los despidió sin nada.
También en cabe
mencionar que María es la portadora y reveladora de ese Dios de la historia
pero en su rasgo pleno de Madre. De modo que en María podemos también constatar
esa figura Materna de Dios, tal como nos lo dice en otra parte del evangelio:
hagan lo que Él os diga. De modo que, María, en su amor tierno de madre siempre
nos lleva a Dios. Así pues la Madre de Dios (sin caer en relativismos) nos
muestra el camino hacia Dios y esto a través de su Hijo Jesucristo.
En María se nos muestra
esa figura materna de la Iglesia Dios y
con razón lo es. Esto porque al concebir a Jesús y hacerlo partícipe de su
naturaleza humana ella pasó a ser parecidísima, igualísima a nuestro Señor
Jesucristo.
Con esto podemos comprender
que todos estamos llamados a ser como la Santísima Virgen María. Es decir, a ser parecidísima a Jesús tal como lo es
María de Cristo.
Así pues tanto hombre
como mujeres con nuestra fe puesta Él estamos llamados a ser cada vez más parecidos
a Jesús. Cabe mencionar que a través de ella se nos muestra también la
importancia de la figura femenina e imprescindible en nuestra comunidad
eclesial.
En alabanza de Cristo y
san Fancisco de Asís. Amén.
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